El Buda era conocido, hace más de 2.500 años, entre otros nombres, como el médico. Se decía que había descubierto la medicina última contra el sufrimiento humano, el remedio capaz de sanar completamente el alma del hombre. Para enseñarnos con todo detalle cómo hacerlo, el Buda explicó las cuatro nobles verdades. Estas nos dicen que:

  • El sufrimiento es inherente e inevitable al hombre. Todos experimentaremos de alguno u otro modo la enfermedad, inevitablemente todos moriremos y muchos de nosotros envejeceremos, por lo tanto, en mayor o menor medida tenemos, al menos una buena cantidad de sufrimiento asegurado en nuestras vidas.
  • Existe una causa del sufrimiento. El Buda la define como el apego, el aferramiento o el deseo neurótico. Es totalmente humano desear cosas. Sin el deseo no existiría la vida, pero el problema surge cuando deseamos de forma neurótica, cuando nos apegamos o nos aferramos al objeto, a la persona o a la idea. Como es lógico, si nos apegamos fuertemente a algo o a alguien, cuando lo perdemos sufrimos. Más si cabe, sólo pensar en la posibilidad de la pérdida ya es sinónimo de sufrimiento. Del mismo modo, si deseamos de forma neurótica o repetitiva algo que no tenemos, también sufrimos por el hecho de no poseerlo.  Así que el aferramiento es definido por el Buda como el origen o la causa del sufrimiento.
  • Existe el cese del sufrimiento. Éste es el principio de causalidad. Si cesa el deseo neurótico, también cesará su consecuencia, es decir, cesará el sufrimiento. El cese total del sufrimiento es lo que en el budismo se conoce como el estado de Nirvana.
  • Existe un camino práctico y real que nos permite transitar desde la orilla del sufrimiento a la orilla de la liberación total o del Nirvana. Es lo que en budismo se conoce como el noble sendero óctuple. Éste es el camino enseñado con detalle por el Buda, que nos permite, poco a poco, liberarnos de la esclavitud de una mente reactiva gobernada por el deseo neurótico y cultivar una mente mucho más creativa y expansiva. También se conoce como el sendero triple, o el sendero de la ética, la meditación y la sabiduría.

El apego es un hábito que da forma a nuestra experiencia. Es tan habitual y estamos tan acostumbrado e identificados con él, que somos incapaces de sentirlo o detectarlo de forma clara. Estamos sometidos a esta gran fuerza sin ser prácticamente conscientes de ello. Éste está presente en nuestra forma de pensar, de sentir y de actuar y es lo que crea la fuerte identificación que tenemos hacia nuestro cuerpo, pensamientos, ideas y emociones.

Aunque de entrada podemos no estar demasiado conscientes de ello, lo que sí podemos hacer es reflexionar sobre a qué cosas, personas o ideas podríamos estar apegados. Quizás sientas apego a tu pareja o a tus hijos (como es normal). Quizás tengas un fuerte deseo al reconocimiento o a ser amado, especialmente si durante tu infancia tus padres no lo supieron o no pudieron hacer. A lo mejor tengas tendencia a aferrarte a cosas materiales y prosaicas como la casa, el coche, el dinero o el estatus social, haciendo esto último que te compares con los demás de forma algo insana. También podemos estar apegados, aunque sea más sutil, a ideas sobre nosotros mismos. Por ejemplo, quizás te consideres alguien muy especial y único en un sentido más bien egoico, o al revés, te consideres alguien que no vale nada y que no merece ningún tipo de atención de los demás (también en un sentido egoico). Aunque parezca totalmente ilógico y poco práctico, nos apegamos también a fuertes emociones destructivas, como las emociones que se generan con el trauma, la adicción o la depresión.

Todas estas formas de apego e identificación dan forma a “nuestro yo”, y moldean nuestra forma de percepción de la vida.

Si estamos aferrándonos de forma inconsciente a un montón de cosas y esto nos hace pasarlo mal y sufrir, pues está claro, que dejar ir el aferramiento a estas cosas o al menos suavizarlo, nos va a liberar de mucho dolor y conflicto interior. Soltar el apego, significa ir rompiendo toda la estructura mental producto de un sentido de “falsa” continuidad y solidez de nuestra experiencia. A través de este proceso, “vamos muriendo” en un sentido psicológico y “renaciendo” en un sentido espiritual o de trascendencia del ego.

“Soltar” es traer una atención sutil y amorosa hacia aquello que está surgiendo en nuestra experiencia y que es susceptible de ser soltado. Si en nosotros surge una emoción como la alegría, el amor, o el deseo de dar, ésta no podrá o no es susceptible a ser soltada, ya que es una emoción positiva o “espiritual”, una emoción que en cierto modo trasciende nuestro ego. Pero si surgen emociones como el miedo, odio, aversión o deseo neurótico, estas emociones sí son susceptibles de ser soltadas, ya que son constrictivas y traen un sentido de limitación hacia nuestras vidas.

Por este motivo, el soltar nos llevará de lo constrictivo a lo expansivo, de la estrechez a la amplitud, de lo ordinario a lo trascendente, de lo egoico a lo espiritual.  Pasamos de una mente reactiva, aquella que repite los mismos patrones de forma neurótica, a una mente más creativa. La mente creativa es una mente “no habitual”, una mente que no es en absoluto ordinaria.  Ésta se experimenta como algo totalmente positivo, transformador y benefactor para nuestras vidas y para las vidas de los demás.

«permitirnos sentir con plenitud nuestra alma, con sus surcos, aristas e imperfecciones. Trascendernos a través del acto del amor. Perder completamente el control sobre nosotros mismos y aprender a confiar en algo que nos supera, que es más grande y que nos trasciende«

¿Y cómo podemos empezar a cultivar este arte maravilloso? 

La clave es la obervación de un mismo. Tenemos que cultivar atención plena hacia nuestros estados mentales momento a momento. Tenemos que identificar con claridad qué estados mentales están surgiendo en nuestra experiencia para posteriormente soltarlos. Al mismo tiempo que aprendemos a identificarlos estamos aprendiendo a soltarlos (cuando son suceptibles a ser soltados). Una cosa va intrínsecamente ligada con la otra.

La práctica de la atención consciente y del amor incondicional a través de la meditación resultan muy útiles para este propósito. Las asanas del yoga también pueden resultar fundamentales. Para mi, tanto la meditación como el yoga, son pilares imprescindibles en mi proceso de transformación interior, además del hecho de haber conocido el budismo y convertirme en practicante serio del mismo. Las enseñanzas del Buda pueden cautivarte, por su innegable practicidad y claridad y por su basta profundidad y belleza. Pueden resultar de gran ayuda en tu proceso de desarrollo interior.

Esto no quiere decir que lo que le funciona a uno, tenga que ser válido necesariamente para el resto de los mortales. Si creemos firmemente esto, estamos cayendo en el dogma espiritual . Cada persona es única y en consecuencia también lo es su camino de tranformación interior.

Tenemos que experimentar, esforzarnos, curiosear, reflexionar y nunca dejar de cultivar un sentido de búsqueda hacia el significado último de estar vivos. Aquello que se convertirá  en lo central y más significativo de nuestras vidas, hasta que lleguemos al último acto y más importante del soltar. El momento justo antes de perecer.

Aleix de Gispert